GOOGLEPLEX CITY

Andrea espera impaciente su turno en la sala de espera del quirófano en el complejo biotecnológico de Googleplex City. Simplemente serán 20 minutos y después podrá optar al puesto de analista jefe de macrodatos para el que ha sido entrenada desde niña. La intervención es sencilla, un pequeño chip implantado en su lóbulo frontal le permitirá multiplicar por 200 su capacidad de identificar patrones entre los más 2Tb que se descargan directamente cada día en su corteza cerebral.

Aunque la operación no es especialmente peligrosa, no está exenta de ciertos riesgos como una eventual perdida de memoria, pero Andrea está tranquila, el seguro médico de Google cubre este tipo de incidencias y una copia de seguridad de sus recuerdos está a buen recaudo en los servidores de la compañía. Si fuese necesario podrían volver a implantárselos en la siguiente actualización.

Este tipo de operaciones, hoy habituales entre los trabajadores de las grandes compañías globales, fueron duramente criticadas en el pasado por gran parte de la opinión pública, y el gobierno de EEUU intentó regularlas a través de la ley de bioingeniería de 2029, pero siempre había países con leyes más laxas que permitían este tipo de intervenciones.

En 2034 el PIB de Google ya superaba al de Francia e Italia, y se funda la ciudad-estado de Googleplex con una zona económica y legislativa especial. El gobierno de EEUU tuvo que ceder a las presiones de la compañía porque amenazaba con abandonar el país si no se atendían sus demandas, y eso era un precio demasiado alto para EEUU ya que perdería la joya de la corona de la innovación tecnológica americana dejándole en desventaja respecto a competidores como China e India.

Andrea se siente orgullosa de formar parte de la compañía aunque eso suponga tener que modificar su propio cuerpo, eso es mucho mejor que tener que vagar por la calles buscando algo que echarse a la boca como el resto de “inservibles” que intentan sobrevivir más allá del sector 5 de la antigua ciudad de Los Ángeles.

LA VISIÓN

En el escenario Googleplex exploro la idea de un futuro donde la tecnología y los datos son propiedad de un oligopolio de grandes compañías. En una de sus charlas, Yuval Noah Harari observaba de manera certera que en el pasado la obtención de riqueza estaba ligada a la posesión de la tierra y las materias primas, de ahí pasó a estar en el control de los medios de producción y hoy en día está en la gestión de los datos. Si un puñado de grandes empresas se adueñan de esos datos su poder será enorme.

De hecho, en este escenario el estado se ha debilitado y no ha tenido más remedio que ir cediendo sus competencias a las grades empresas tecnológicas. Hace poco oí una frase en boca de Francisco Palao que me impactó profundamente: “Hoy en día las personas desarrollan las funciones de las empresas y las empresas hacen lo suyo con los gobiernos”

La gran ventaja de las multinacionales respecto al estado tradicional es que no tienen necesidad de fronteras, la frontera es un concepto asociado a la tierra y a las materias primas y en un mundo donde la riqueza está en los datos, evolutivamente hablando, la empresa es un organismo más avanzado y mejor adaptado a los cambios que llegan. De hecho esa debilidad del estado supone una ventaja para las grandes corporaciones de datos, ya que al no tener necesidad de comprometer su actividad a un espacio físico determinado podrán actuar conforme a la fiscalidad y a la legislación del estado que más ventajas les proporcione. Todo intento de limitar la actividad de las grandes empresas a través de acuerdos internacionales será una medida artificial que a largo plazo no podrá frenar su desarrollo.

De esta manera las grandes corporaciones pueden convertirse en los nuevos estados digitales, unos nuevos estados más allá del espacio físico y sus trabajadores llegarían a sentir cierto sentimiento “patriótico” por pertenecer a tal o cual compañía. La educación de los habitantes de estos nuevos estados corporativos estaría dirigida a satisfacer los objetivos de la compañía. Y la competencia entre las multinacionales nos llevaría a las nuevas “guerras frías” del futuro.

Una tecnología que he querido asociar a este escenario es la bioingeniería en conjunción con las tecnologías de la información. Hoy en día ya tenemos empresas que apuestan por estas tecnologías como por ejemplo Neuralink, uno de los últimos proyectos de Elon Musk, que pretende fusionar la mente humana con la computación informática a través de un enlace neural.

Uno de los efectos menos deseables del avance de las tecnologías digitales desde el punto de vista del empleado es la inmediatez, los consumidores exigen cada vez más velocidad y resultados más rápidos, para que las empresas del futuro puedan seguir siendo competitivas tendrán que hackear la mente de sus empleados. Esta situación nos puede llevar a una división por castas entre profesionales optimizados y aquellos que aún no hayan tenido la oportunidad de hacerlo.